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lunes, 10 de diciembre de 2012

Rojo y después...blanco.


Busca la fuerza, busca la vida que perdiste en aquella casa, la que te quitó aquel hombre despreciable. Has olvidado lo que un día fuiste, todo el camino que recorriste con tu fuerza, paso a paso labrándote un futuro que nunca tuviste, que  te robaron. Es la hora ¿No crees? Ponte en pie, cierra la puerta que mantienes todavía abierta y por la que entra el dolor con total libertad, el reloj que tenía las manecillas rotas ahora funciona; es el momento de que lo hagas tu también.   

Eres una mujer que ha luchado por algo que nunca llegó. Así que exige al mundo lo que te debe, lo que es tuyo por derecho, lo que has ganado limpiamente. Los golpes se han acabado, las noches en vela ambientadas por un marido borracho quedan en el olvido. ¡Las tormentas han cesado! Y tú eres la que las ha llevado a término.¿Te acuerdas del día en el que él te volvió a pegar y tú, y nada más que tú, dijiste : “Se acabó”? Ese día el sol brillo de nuevo, y los asquerosos ojos del hombre que había osado tocarte descubrieron el miedo. ¡Tú le dabas miedo! ¡Podías destrozarle la vida que el mismo ya se había destrozado al levantarte la mano! Y lo hiciste, te levantaste entre gotas de sangre y cogiste el teléfono. El no te lo iba a poner fácil por supuesto: intentó forcejear, te volvió a pegar y… nada, tu mano era firme, se negaba a soltar el aparato que te salvaría. Corriste, escapaste hacia el dormitorio, cerraste el pestillo y marcaste, te daban igual los golpes en la puerta y los insultos, habías tomado una decisión y la ibas a llevar a cabo. La voz que sonó al otro lado de la línea parecía fría, pero cuando tus lágrimas podían verse incluso a través de la distancia invisible de un teléfono esa voz cambió y te dijo que no te preocuparas que todo iba a salir bien ¿Te das cuenta de lo mucho que necesitabas esas palabras?

 Al cabo de un rato la policía entró en tu casa y lo que observó fue lo que tú querías que observara: la verdad. El suelo del comedor lleno de sangre y un monstruo con forma de hombre golpeando con todas sus fuerzas una puerta tras la cual estabas tú: muerta de miedo, creyendo que habías tocado fondo. Pero todo empezaría a cambiar cuando a tu marido se lo llevaron esposado  a la comisaría y a ti a un lugar seguro, sin él.

Y ahora eres tú la que manda, tú la que decide y tú la nunca volverá a pasar por lo mismo.

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