Busca la
fuerza, busca la vida que perdiste en aquella casa, la que te quitó aquel
hombre despreciable. Has olvidado lo que un día fuiste, todo el camino que
recorriste con tu fuerza, paso a paso labrándote un futuro que nunca tuviste,
que te robaron. Es la hora ¿No crees?
Ponte en pie, cierra la puerta que mantienes todavía abierta y por la que entra
el dolor con total libertad, el reloj que tenía las manecillas rotas ahora
funciona; es el momento de que lo hagas tu también.
Eres una
mujer que ha luchado por algo que nunca llegó. Así que exige al mundo lo que te
debe, lo que es tuyo por derecho, lo que has ganado limpiamente. Los golpes se
han acabado, las noches en vela ambientadas por un marido borracho quedan en el
olvido. ¡Las tormentas han cesado! Y tú eres la que las ha llevado a
término.¿Te acuerdas del día en el que él te volvió a pegar y tú, y nada más
que tú, dijiste : “Se acabó”? Ese día el sol brillo de nuevo, y los asquerosos
ojos del hombre que había osado tocarte descubrieron el miedo. ¡Tú le dabas
miedo! ¡Podías destrozarle la vida que el mismo ya se había destrozado al
levantarte la mano! Y lo hiciste, te levantaste entre gotas de sangre y cogiste
el teléfono. El no te lo iba a poner fácil por supuesto: intentó forcejear, te
volvió a pegar y… nada, tu mano era firme, se negaba a soltar el aparato que te
salvaría. Corriste, escapaste hacia el dormitorio, cerraste el pestillo y
marcaste, te daban igual los golpes en la puerta y los insultos, habías tomado
una decisión y la ibas a llevar a cabo. La voz que sonó al otro lado de la
línea parecía fría, pero cuando tus lágrimas podían verse incluso a través de
la distancia invisible de un teléfono esa voz cambió y te dijo que no te
preocuparas que todo iba a salir bien ¿Te das cuenta de lo mucho que
necesitabas esas palabras?
Al
cabo de un rato la policía entró en tu casa y lo que observó fue lo que tú
querías que observara: la verdad. El suelo del comedor lleno de sangre y un
monstruo con forma de hombre golpeando con todas sus fuerzas una puerta tras la
cual estabas tú: muerta de miedo, creyendo que habías tocado fondo. Pero todo
empezaría a cambiar cuando a tu marido se lo llevaron esposado a la
comisaría y a ti a un lugar seguro, sin él.
Y ahora
eres tú la que manda, tú la que decide y tú la nunca volverá a pasar por lo
mismo.
0 comentarios:
Publicar un comentario