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martes, 19 de febrero de 2013

Alma.

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-¿Me estás diciendo que no soy suficiente para ti? ¿Realmente crees que puedes llegar a conseguir algo ínfimamente mejor que yo?- Serena, con la voz clara y una sonrisa dibujada en sus carnosos labios pintados de rojo Alma observa divertida al hombre que está sentado enfrente de ella.
-No es eso señorita… es que lo que me está usted pidiendo es algo que se escapa de mi mano.- Gotas de sudor frío resbalan por el rostro del hombre. Los ojos marrones se mueven frenéticamente de un lado a otro, evitando mirar fijamente a la imponente mujer que tiene delante.
-¡Oh Martin, no me digas eso!- Alma se levanta de su silla y con un gesto de fingida consternación y con movimientos sensuales, casi interpretando la danza del vientre más provocativa, avanza hacia el nervioso individuo. Se sitúa detrás de él y lo rodea con los brazos- ¿Cómo es posible que un hombre como tú, tan fuerte, tan inteligente, tan apuesto, no pueda conseguirme unos simples papeles?- Los brazos de ella acarician el torso del hombre por encima de la camisa mal abrochada. Suben por sus pectorales y comienzan a dibujar complejas formas en su cuello, después el lóbulo de la oreja es atacado y Martin se estremece de placer. La otra mano acaricia, casi como si de un perro se tratase, el pelo castaño que ya empieza a escasear en ciertas zonas. Martin cierra los ojos y se entrega por completo a la mujer. Pero de pronto ella para. – Seguro que puedes hacer algo ¿Verdad?.
-No sé… esos papeles son confidenciales. Lo que me está pidiendo me puede costar mi puesto y seguramente una denuncia, o algo peor. No es que no quiera ayudarla, parece usted una señorita…encantadora, pero me es imposible, lo siento.
-Martin, puedes llamarme Alma, no es la primera vez que nos vemos.-Una sonrisa pícara se dibuja en sus labios, insinuando muchas cosas y a la vez ninguna.- Solo son datos, hojas de papel sin ningún valor. Además, nadie se enteraría, en menos de un día tendrías la carpeta de vuelta, y a mí no me volverías a ver, a no ser de que me lo pidieras claro.- Otra vez esa sonrisa asomando. Alma da la vuelta y se sitúa justo enfrente del hombre cuyo corazón late a mil por hora. –Y ambos sabemos que me lo pedirás.- Se sienta a horcajadas sobre sus piernas, mirándole fijamente con sus fríos ojos verdes. Acerca su cara a la de él y pasa la lengua por una de sus mejillas, dejando un rastro húmedo en su rostro. Con movimientos premeditados deja caer todo su pelo, una cascada de fuego intenso, por su hombro izquierdo mientras se dedica a recorrer el cuello del hombre con los labios.
Martin intenta pensar en otra cosa, pero es imposible mantener la mente ocupada cuando una diosa de escote sugerente y cuerpo torneado y sinuoso como modelado en barro, está dándote pequeños mordiscos en el cuello y moviendo las caderas lentamente, casi de manera imperceptible, sobre tu entrepierna.
-Señorita, Alma, siento tener que negarme de nuevo.- Su voz suena baja, interrumpida por algún gemido espontáneo.
-¡Oh! ¿Así que no hay ninguna posibilidad de obtener lo que necesito?- Sus movimientos paran de golpe y su rostro se muestra sorprendido e incluso, en el fondo de sus ojos, se puede ver la rabia de una ofensa.
-Lo siento, ya le he dicho que no puedo.
-No te preocupes, -Sus labios rojos se acercan a la oreja de Martin y en un susurro dicen: -Si tu no me lo das, tendré que cogerlo yo misma.- Y dicho esto y con una rapidez asombrosa Alma pone su mano sobre el pecho de Martin, en el lado izquierdo, justo a la altura del corazón. –Una mujer siempre tiene que hacer las cosas por si sola.- Presiona la mano un poco más y pronto va notando como las pulsaciones del hombre se van reduciendo, lentamente, mientras da inútiles bocanadas de aire. Así hasta que al transcurso de unos segundos los latidos de su corazón son un vano recuerdo, algo que existía y se extinguió.

Alma se levanta de encima del cuerpo sin vida y se pone de pie, su figura recortada contra la luz proveniente de una ventana lejana se va desdibujando lentamente. Las curvas desaparecen, el vestido ceñido rojo va perdiendo consistencia y cae ablusado sobre su cuerpo. La cara, de rasgos casi cincelados, va descomponiéndose lentamente, el pelo ígneo cae a mechones hasta dejar solo un cráneo con las cuencas de los ojos vacías. La piel y la carne se pudren dejando solo los huesos.
Ahora la imagen es grotesca, un esqueleto, de alguien que en algún momento fue hermosa, ataviado con un vestido de Versace que le queda enormemente grande y unos zapatos que ya no tienen pies para cubrir, se alza, como una cariátide, enfrente de un cadáver que va perdiendo el calor que caracteriza a la vida.
-Yo soy la Muerte- dice el esqueleto.- Y nadie me niega nada. Las vidas de los humanos me pertenecen y pienso segarlas como he venido haciendo hasta ahora. Pero hay una persona, un simple hombre, que se niega a acudir a mi llamada. Parece estar fuera de mi alcance y pienso averiguar por qué, con tu ayuda o sin ella- Le dice al cuerpo sin vida de Martin.- Pero alégrate querido, cuando lleve tu alma al otro mundo podrás decir que retozaste con la mismísima Muerte.
Dicho esto la propietaria de la famosa guadaña se adentra en los oscuros pasillos del registro civil donde espera encontrar el nombre y todos los datos de aquel hombre que se atrevió a desafiarla.

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domingo, 17 de febrero de 2013

No pudisteis elegir el principio, pues elegid el final.

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Voy a tener que sentarme con mi karma, delante de un café, a negociar. Esto no era lo que habíamos hablado, hijo de puta.

—Hola joven— me saluda una camarera que ya de paso me revisa de arriba a bajo con la vista— ¿Deseas algo? — Pregunta con una sonrisa, a mi parecer bastante falsa y ya estaba armando una respuesta algo hiriente cuando mi acompañante niega casi imperceptiblemente la cabeza— Si, por favor, un café con leche—  Es mi única contestación.

El ruido de la cafetería resuena a mi alrededor, sin embargo, no tiene mayor importancia para mí que la hormiga que pasea por la mesa, espera… ¿qué hace una puta hormiga en la mesa de un bar? ¡Esto es antihigiénico! Y lo único que me frena de irme es que estoy hablando con alguien… con alguien que no hace más que traicionarme y darme la espalda, maldita serpiente retorcida y viperina.

— Debías de haberme ayudado— le reprocho— no puedo hacerlo todo yo sola— añado levantando esta vez la vista hacia enfrente y clavando mis ojos en los suyos.
— ¿Te refieres a lo de la camarera que parece que te acaba de revisar con rayos X?— Pregunta y encima con sorna, ¡se cachondea de mí en mi cara! — No puedo hacer nada.
— Mentira y lo sabes grandísimo embustero— entrecierro los ojos y un gruñido sale de mi garganta— algún día te pasará a ti.
—Sinceramente permíteme que lo dude, yo soy la autoridad— y aunque mi expresión no cede un ápice se que es verdad lo que dice, tiene a las personas atrapadas en su juego y no es algo que me guste, prefiero ser yo la que dirige mi vida… bueno, no, eso tampoco, me da cosa pensar que alguien como yo lleva las riendas de mi vida, dejémoslo al destino.
— Muy bien, cierto, pero teníamos un trato— Una voz amable y dulce surge de mi garganta, tendré que intentarlo primero por las buenas.
— No, creo que ya no— responde tranquilamente moviendo su café con una cucharilla.
— Eres un… — es entonces cuando una mujer me interrumpe, preguntándome si la silla de enfrente mía está ocupada— Lo siento, ahora va a venir alguien— me disculpo.
— Soy alguien importante y déjame añadir que soy perfecto— dijo completando la frase que a mi no me había dado tiempo a terminar por la interrupción de la mujer.
— Si, un perfecto idiota— refunfuño.
— Me estoy hartando de tus niñerías ¿Porqué no aceptas de una vez el peso que te toca cargar? Tu vida es solo tuya, tus decisiones solo tuyas y las consecuencias solo las vivirás tú. Los obstáculos que superas es porque te crees capaz de superarlos y cuando abandonas es solo porque te parece que no estás a la altura, yo no tengo nada que ver con eso— añadió enfadado— Haz lo que quieras, lucha por lo que quieres en tu vida, nadie lo hará por ti, nadie te allanará el camino; a muchos de los que consideras amigos probablemente ni siquiera les importes y lo que tendrías que hacer es dibujar una sonrisa en tu rostro, ladeada, escéptica, irónica, hiriente, y aún así vencedora, debes pensar que nunca podrán contigo, no les des esa satisfacción. Piensa que todo esto es solo un juego, un juego en el que estas sola y te enfrentas al mundo, una macabra prueba por ver quién aguanta más, quién es el fuerte al final… y sigue luchando, a pesar de la desigualdad en la batalla continúa, jamás te plantes retirarte en tu afán de conquistar lo que por derecho te corresponde. La rosa de los vientos, allá en los confines del mundo, te guía y te susurra al oído sus secretos más ocultos y pide que no confíes en una luna manchada de sangre que brilla en el cielo, tan esplendorosa como siempre, sin arrepentirse de su crimen.
Quizás sea la altivez su delito y el mantener la batalla tu castigo y deberás aceptarlo, vivir sin mirar a un pasado que grita tu nombre desde las desvencijadas puertas del cementerio que asemejan a la jaula en la que crees que deberías estar encerrada. Vive sin un destino que marque tus pasos. Se libre— Y acto seguido, sin añadir nada, sin darme tiempo a rechistar simplemente desaparece y yo me levanto, sin haberme terminado el café y me acerco a la señora que antes había pedido la silla.
— Puede usted coger la silla, me voy ya— Sin esperar respuesta me limito a dejar el dinero encima de la mesa y me largo de allí, quizás todo ese monólogo era verdad, quizás los obstáculos, las decisiones, no eran para frenarme, sino para ofrecerme una vida hecha por mi, en la que decidir el tipo de persona que soy sin estar condicionada a un destino. Nadie puede escoger su principio, pero todos tenemos el derecho y el deber de elegir como termina una historia en la que solo hay un protagonista, nosotros.

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martes, 5 de febrero de 2013

Suave es el cielo.

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¿Ves a ese hombre? ¿El que está sentado en aquel banco con la mirada perdida y buscando cualquier razón para enfadarse con el mundo? Si, ese, justo ese, el que muestra un rostro de profunda consternación.
Ahora mira en la dirección contraria, a lo lejos, tumbada en el césped, hay una mujer. ¿Aprecias sus rasgos? Dulces, amables con la paciencia infinita iluminándole los ojos. ¿Sabes cómo se llama? ¿No? No te preocupes, yo te lo digo: su nombre es Marie.
Pero volvamos al hombre del principio, al que sus amigos, los pocos que tiene, llaman Fran apócope de Françoise. ¿Te puedes creer que a pesar de que hoy es un día soleado, el aire se respire puro y lleve el olor de la hierba fresca recién cortada, él no parece darse cuenta? ¡Todo es vida hoy! Los niños juegan y sus risas flotan en el ambiente recordándonos, a los que ya hemos sido pequeños, la alegría que se puede sentir aunque todo se derrumbe a nuestro alrededor. Pero Fran no parece oírlas, o al menos no se ha fijado en los chiquillos que tiene delante. Su pelo color caoba le cubre parte del rostro, como peinado así a propósito para ocultarse de alguna manera y lleva unas gafas de Sol, para no mirar la vida a su alrededor quizá. Es extraño, porque es un chico guapo de apenas unos treinta años y por cómo va vestido parece que las cosas le van bien económicamente. ¿Entonces, porqué tiene ese aire tan adusto? ¿Es posible que se le haya acabado la fe en la humanidad? O que crea que no merece la pena vivir más. Lo único que podemos hacer desde aquí es elucubrar sobre cómo será su vida, que hará allí sentado un domingo por la tarde.

Mientras tanto Marie sigue tumbada en la hierba, sujeta un libro con ambas manos y lo sostiene en alto para poder leerlo. ¿Cuál es? ¿Alcanzas desde aquí a ver el título? ¿El Perfume? ¡Oh, que maravilloso! Pero es una historia un poco oscura, sobre todo para una chica como ella ¿No? ¿Te parece bien?. Claro estoy de acuerdo: que lea lo quiera, ¿Quiénes somos nosotros para decidir lo que tiene o no que leer?.
Qué guapa es ¿Verdad? El pelo rubio desbordándose como una cascada de oro sobre la toalla en la que está tumbada, los ojos verdes como el interior de un kiwi. ¿Qué dices? ¿Qué no te gusta esa comparación? Pero los kiwis son verdes. Está bien, está bien. Verde esmeralda ¿Mejor? ¿Sí? Bueno, pues sus ojos como las esmeraldas, y sus labios rojos y carnosos como el primer mordisco de una manzana. Ahora deja el libro ¿Nos habrá oído? No creo. Parece que algo le ha llamado la atención, se levanta y camina hacia delante, justo a donde está Françoise. ¡Anda! Si parece que a Fran se le ha caído algo y no nos hemos dado cuenta. Ya ha llegado Marie ¿Qué le dirá?:
-Disculpe, ¿Puedo ayudarlo?-  Antes de obtener una respuesta ella ya se ha agachado a recoger el objeto caído. Es un bastón, pero más que un bastón de madera a los que estamos acostumbrados es como un palo largo acabado en una esfera y totalmente blanco, a excepción de una cuerda que cuelga del extremo superior para sujetarlo a la muñeca.
¿Es posible qué…? No, no puede ser, ¿O sí?. Claro, eso explica su mirada perdida, y porque parecía no ver a los niños. Realmente no los veía.
-Gracias, muy amable.
-De nada. Me llamo Marie. ¿Y usted?
-Françoise, aunque me llaman Fran.
-Que nombre más bonito. ¿Quieres dar un paseo Fran?
¡Vaya! Quién nos lo iba a decir. Fíjate en Fran ahora, ¿No notas el amago de una sonrisa sincera asomando a sus labios? ¿Es posible que haya recobrado la fe en la humanidad? Quién sabe, pero lo que sí es seguro es que el mundo todavía no ha perdido a esa gente que irradia felicidad, simplemente se esconden ya que parece que eso no esta muy bien visto ahora. Curioso ¿No crees?.

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lunes, 4 de febrero de 2013

Nihil novum sub Sole.

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Se movía con gracia, sus pies pisaban la tierra y la reclamaban como suya. Caminaba con el aplomo de alguien que todo lo conoce y que no teme a nada. El mundo le pertenecía y era dueño del destino de los hombres. Protagonista de numerosas historias y leyendas su existencia se esconde tras una neblina incierta.

* * *
El aire a su alrededor baila, lo rodea y le respeta pues él es el único capaz de parar su interminable danza. El agua a su paso se cristaliza, protegiéndose tras el hielo pues él es capaz de secar los ríos más caudalosos. El fuego se apaga pues su presencia es suficiente para inflamar el hierro. La tierra se abre bajos sus pies pues su mirada conoce los profundos abismos donde se esconde el secreto del mundo.
Él estaba aquí mucho antes que nosotros, sus manos ayudaron a modelar el barro del que venimos y su sangre nos dio la vida. Conoce la respuesta a todas las preguntas, la vida y la muerte no son tabúes para él ya que ha viajado entre estos dos mundos y le han sido rebelados los enigmas que la humanidad nunca conseguirá resolver.

Ha amado a hombres y mujeres,  ha conversado con los Dioses y cerrado tratos con demonios. Ha creado los poemas más bellos de nuestro mundo bajo apariencia y nombres mortales. Ha jugado entre nosotros y nunca nos dimos cuenta de quién era en realidad.

Nada se sabe de su naturaleza, que tipo de ser es o quién o qué lo ha creado. Se tienen vagas descripciones de personas que afirman haberlo visto rondando a escondidas  funerales y partos. Bello, con el cabello oscuro como la noche y ojos color plata, fríos y duros como el titanio más fuerte. De cuerpo torneado y músculos definidos, alto como un roble y astuto como un zorro. Quizá sea así, quién sabe.

* * *
Caminaba, caminaba y caminaba, sus pies se movían hacia delante grácilmente, con la agilidad de quién no tiene que preocuparse por tropezar o caer. Avanzaba y los días pasaban: un paso, y el Sol salía por el horizonte, otro paso y Luna lo reemplazaba en el firmamento.

* * *
 El tiempo es distinto en su mundo, lo maneja y conoce todos los caminos que pueden llevar a un único destino. El pasado, el presente y el futuro son tiempos iguales para él. Conoce a un mismo hombre cientos de veces, pues lo conoce lo ha conocido y lo conocerá.
Su alma, si es que realmente tiene una, se ha tornado diabólica con el paso de los años. Muchos mortales le han invocado pidiéndole consejo, y él ha guiado sus corazones hacia las sendas más oscuras provocando largas guerras y conflictos que hoy se reflejan en los libros de la historia de la humanidad.

* * *
Pero seguía caminado, con el peso de la eternidad bajos sus hombros. Todo a su alrededor oscuro, sin ninguna luz que revelase su posición. El suelo indefinible, quizá flote o quizá simplemente no necesite nada donde afianzar los pies. Su destino está marcado, el infinito lo espera. En la distancia se aprecia lo que los hombres conocerán como Fin del Mundo, se ha cansado de esta generación de seres que destrozan todo lo que tocan. Ha jugado mucho con ellos y se aburre enormemente ante la idea de seguir haciéndolo. Por eso los destruirá, como ya hiciera otras tantas veces en el pasado. Los “humanos”, como ellos se llaman a sí mismos,desaparecerán, dejarán libre el terreno de juego que es la Tierra para dar paso a otro estadio de criaturas más avanzadas. Ahora vuelve a empezar lo divertido, primero tendrá que pensar que nombre le va a poner a los nuevos organismos que conciba, después elegirá los numerosos dioses en los que creerán y a los que adorarán, luego inventará miles de historias sobre su creación para que circulen por el mundo millones de años, más tarde dejará la Tierra limpia y reluciente y los colocará allí. Y lo demás solo es observar, como si de un enorme terrario se tratase. Así hasta que se aburra y decida volver a destruir y crear, repitiendo el ciclo eternamente, viendo como miles de civilizaciones prosperan en su ignorancia y toman las riendas de una vida que no les pertenece. 

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