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miércoles, 1 de mayo de 2013

Tótem.


Noche negra sobre un campo verde. Árboles que hacen guardia impertérritos en la oscuridad. Animales que guardan sus vidas en madrigueras o cuevas esperando la llegada del nuevo día. La luz de la Luna, plateada, pura, limpia, se derrite por todo el extenso bosque que duerme. Todo es paz y tranquilidad, pero no solo animales y plantas viven en él, los humanos comparten el mismo espacio que estas criaturas en absoluta armonía. Hombres y mujeres que viven en un poblado de apenas cuatro chozas de paja y adobe, vistiendo con prendas confeccionadas a mano con cáñamo, lino o algodón, con una jerarquía política muy diferente de la nuestra, simple y sencilla en apariencia pero con el trasfondo de la tradición avalándola.

El fuego se alza en medio del poblado, lamiendo con sus llamas la madera que sirve de combustible y arrojando una luz rojiza que compite con la argentada de la Luna. Los indígenas se reúnen en torno a esta hoguera formando un círculo, y es Tayel, el jefe de la tribu, el que habla.

-Hoy la noche es más oscura, sombras temibles de nuevos Dioses nos acechan. Más unidos que nunca hoy debemos estar. El Chamán ha visto cosas en las entrañas de los animales y lo que ha visto bueno no parece. Hermano Surem, que tu voz se oiga ahora y que todos sepamos a lo que nos debemos enfrentar.

 Al lado de Tayel se encuentra un anciano enjuto y demacrado, con el rostro surcado por mil arrugas y rasgos afilados, con la nariz atravesada por una fina caña de bambú.

-¡Hermanos todos somos!- Su voz, azuzada por miles de espíritus antepasados, inunda el poblado y se extiende por todo el bosque.- Hoy Maman Brigitte, nuestra gran diosa del ciclo vital, me ha enviado visiones que esclarecer no puedo. En las entrañas de los pájaros vi la muerte de nuestra pequeña civilización. –Al decir esto miles de murmullos se extienden entre los habitantes de la tribu, pero Surem los hace callar a todos con un simple gesto de la mano. –Hombres vendrán y nos destruirán, altos y con extrañas ropas cubriéndolos. Con artilugios misteriosos en sus manos capaces de causar la muerte de varios de nosotros. –Esta vez no hay ningún murmullo. Un niño de cabello negro como el carbón da un paso al frente y mirando desde su pequeña altura directamente a los ojos del gran chamán dice:
-Poderoso Surem ¿Nuestros Dioses abandonarnos han decidido?.
-Pequeño Tsijiari, nuestros Dioses son y dejarán de ser, pues el mundo de fuera avanza.  Nosotros nos reuniremos con ellos allá en el Otro Mundo. Allí impacientes nos esperan.

EL niño baja la mirada y comprendiendo al fin el destino que le espera a él y a toda su familia vuelve con los demás, resignado.

-Hermanos, no debéis sentir temor. –Prosigue el chamán- Vivimos aquí desde hace muchas Lunas. Nuestros antepasados duermen en cada árbol y cada piedra y aquí seguirán cuándo nosotros nos marchemos. El mundo de afuera peligroso es y ahora viene a matarnos, pero gracias a eso ese mundo nos conocerá y así nuestra tradición jamás olvidada será.
-¿Y qué dioses tan poderosos son los que acabarán con los nuestros?- Tayel habla preocupado, desea saber, conocer, vislumbrar la respuesta, el porqué de todo lo que viene.
-Por raro que ahora os parezca, no son dioses, sino dios. Desconozco cuál es su verdadero nombre, solo sé que así lo llaman simplemente las personas que en él creen: Dios. Y este es su símbolo. –Se agacha con dificultad oyendo como los huesos de su estropeada espalda crujen por el esfuerzo. Coge dos largos palos y los superpone formando una cruz, la alza para que todos la contemplen. Ante la visión del símbolo maldito los indígenas se tapan los ojos horrorizados.
-¡¿Cómo un simple dios sin nombre es capaz de derrotar a los padres de la tierra, a los que crearnos decidieron?!- El jefe de la tribu grita furioso al pacífico anciano.
-Tayel, más poderoso ahora Él es pues los hombres extranjeros le dan valor. Desea alzarse contra todos los dioses y dominar. Mas así ha de ser, pues somos muy pequeños y el mundo muy grande. Ahora hermanos, despidámonos de la tierra.

Y juntos comienzan un canto qué inunda la selva. Los animales escuchan expectantes pues están unidos con la tribu. La lluvia comienza a caer mojando el suelo habitado por miles de espíritus. La lluvia les trae algo más que humedad, pues las gotas, al mojar sus cuerpos, les hacen caer en un sueño profundo del que jamás regresarán.

Así son las guerras de los Dioses: para que el mundo avance Ellos deben pelear en épicas batallas. Unos caen y con ellos muere una civilización, pero así otra nueva se impone y el mundo se renueva. ¿Qué Dios o Dioses surgirán en el futuro? Nuestro único Dios redentor también se verá derrotado en algún momento, y será entonces cuando hombres nuevos, armados con la palabra de otras Deidades, gobernarán la tierra relegando nuestras creencias a simples mitos y leyendas ficticias. Y nadie puede impedirlo, pues así es como el mundo ha sobrevivido durante millones de años y de la única manera que puede seguir haciéndolo.

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