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domingo, 5 de mayo de 2013

Bono Morti Sociedad Anónima.


El edificio aparentaba normalidad. Era la clase de edificio aburrido con oficinas aburridas dentro y trabajadores muy muy aburridos que tomaban café o entraban en facebook sin que el jefe les pillara. La fachada era insulsamente blanca, con grandes ventanas que, por un extraño efecto óptico, no dejaban ver nada de lo que ocurría en el interior. Un gigantesco letrero de metal ligero rezaba en letras rojas: “La solución está aquí. No busque más, Bono Morti S.A es la respuesta.”

Un hombre ataviado con un elegante traje y portando un maletín negro en la mano se detuvo y leyó el cartel.

-Bien, parece que es aquí.- Dijo soltando un suspiro típico de la persona que tiene algo que hacer y que no le agrada en absoluto.

Se acercó decidido a la puerta de entrada y la abrió. Dentro se podía haber celebrado perfectamente un funeral o cualquier acto que requiriese ambiente de luto pues el silencio imperaba sobre todas las cosas. No era un silencio amargo, ni uno de esos silencios incómodos que se generan entre dos personas que hablan y fingen al mismo tiempo, sino más bien un silencio vacío, un silencio propio sin el cual te sentirías extraño o incluso incompleto. El hombre lo notó y un escalofrío recorrió su espalda. Sus ojos se posaron lentamente sobre lo que parecía una salita de espera bastante poco trabajada: apenas cuatro sillas, una mesa comprada por piezas y montada lo más torpemente posible y una planta seca y marchita. Luego desvió la mirada hacia el otro lado y descubrió dos figuras, un hombre y una mujer, que hablaban en susurros detrás de un mostrador.

-Mira, un cliente.- Decía el de género masculino a su compañera en tono emocionado.
-Ya, y este déjamelo a mí ¿eh?.- Contestaba ella.
El hombre trajeado se acercó y dijo:
-Hola, buenos días. Vengo a…
-¡Hola, hola!- Dijo la mujer antes de que el otro acabara de presentarse. Y casi saltando por encima del mostrador se plantó frente al sorprendido hombre. -¿Qué tal todo? Bueno, que pregunta más absurda ¿no? Jajajaja. En fin, yo soy Evelyn y este de aquí Thomas. Nos alegramos de que haya usted venido aquí. Vamos a ayudarle en todo lo que podamos, usted no tiene que preocuparse por nada…
-No, si yo solo venía a por…
-¡Si, si! Lo sabemos, por eso estamos aquí. Ha hecho lo correcto, contratar nuestros servicios es lo más sensato. Bien, y ¿Qué tipo de suicidio podemos ofrecerle?.
-¿¡Cómo suicidio!? ¡Pero oiga…
-Bueno, bueno. Nosotros preferimos llamarlo Solución Definitiva, ya sabe, más poético ¿no? Jajajaja. Somos una empresa líder en este sector, quizá se deba a la poca competencia que tenemos, no sé, quizá…

Evelyn hablaba enérgicamente, casi sin dejar espacio entre las palabras. Había encontrado un cliente y estaba dispuesta a hacer lo que fuera para que no se marchara como los cincuenta últimos. Tal vez les asustó el precio… bueno, pero desde entonces ya los habían bajado.

-Oiga señora…
-Llámeme Evelyn.
-Bueno, Evelyn, yo no sé qué es esto de la Solución Definitiva ni quiero tener que ver en absolutamente nada, yo solo he venido a…
-Pero vamos a ver ¿No siente la necesidad de quitarse la vida? Seguro que hay algún problema que le atormenta enormemente y por eso estamos nosotros aquí.- Una sonrisa complaciente iluminaba su cara.
-No la verdad es que no. Mi vida es bastante buena…
-¿Nada? ¿Su mujer no le engaña? ¿Su trabajo no es absolutamente nefasto? ¿Ni siquiera su perro se hace pis en la alfombra y no puede hacer nada para evitarlo?
-No, no tengo perro…
-Bueno, la primera fase es la negación…
-Pero yo solo he venido, como llevo rato intentando decirle, a…
-A acabar con sus problemas claramente, le hemos visto leyendo el cartel de fuera.
-¿Ah si?- Es lo único que alcanzó a preguntar, su mente era un mar de dudas, todo estaba sucediendo demasiado rápido y él nunca había sido una persona avispada con lo que le costaba reaccionar ante situaciones de este tipo.
-¿Bonito eh? Aún así no atrae a mucha gente, creo que debería ser más grande. ¡Thomas!- El interpelado sacó la cabeza de detrás del mostrador rápidamente, asustado. –El cartel tiene que ser más grande, te lo he dicho mil veces.
-¿Eh? Si, si, no te preocupes mañana lo amplío.- Y volvió a sumergir la cabeza tras la barra.
-Bueno, bueno. ¿Y cuál es su nombre señor?.
-Mmmm, Henry, me llamo Henry.
-¡Oh, que nombre más bonito! ¡Quedara perfecto en la lápida, ya verá!
-¡¿Cómo en la lápida?!
-Claro, claro. Aquí nos gusta rematar el trabajo, es nuestro sello de identidad. Tenemos una funeraria asociada.
-Oh, que previsores.
-¿Verdad qué si? Bueno, vayamos a lo que nos importa. Contamos con numerosos tipos de suicidio: suicidio Clásico, Artístico, Feliz, Dramático… Aquí le dejo unos folletos, vaya a la sala de espera y écheles un vistazo.
-Pero yo…
-Ya, ya. Usted mírelos, ya verá cómo cambia de opinión en seguida. Mientras tanto aquí le esperaremos.- Y la sonrisa nunca se iba de su rostro, estaba realmente feliz.

Henry se sentó en una de las sillas, y pensó. Al cabo de un rato volvió al mostrador con los ojos rojos y la nariz hinchada.

-¡Mi vida es una mierda!- Se desplomó sobre el cristal y comenzó a llorar a lágrima viva. -¡No tengo nada! ¡Odio mi trabajo, no tengo mujer y dudo que alguien alguna vez quiera casarse conmigo, si casi ni tengo amigos!- Las lágrimas se derramaban empapándolo todo.
-Bueno, por eso estamos nosotros aquí, ¿Ha decidido ya señor Henry?
-¡Si, los quiero todos, quiero morirme!
-Bien, el completo entonces. Serán novecientos euros. ¿Cómo piensa abonarlos?
-¡Tome!- Y tiró la cartera contra el mostrador- ¡El número de la tarjeta es uno, dos, dos, uno! ¡Qué vida más triste!
-Perfecto, si es tan amable de acompañarme…

Evelyn guió a Henry hasta una puerta tras la cual se escuchaban ruidos estridentes, como de cuchillas girando a gran velocidad o taladros puestos a máxima potencia. Henry dudó un momento de si realmente no sería una empresa de albañilería encubierta… Qué tontería, ¿Para qué iba a querer un albañil esconderse?. Pensado esto cruzó la puerta y no volvió a salir de allí jamás. Evelyn retornó a su puesto de recepcionista junto a Thomas.

-Buena caja hemos hecho hoy ¿eh?.- Dijo Thomas tecleando en el datáfono el número secreto de la tarjeta.
-Por cierto, ¿Sabes quién era ese? Porque a mí me sonaba un montón…
-¡Claro! Era el cobrador del banco, debemos seis meses de agua y de luz.
-¡Ah!
Y otra vez el silencio lo envolvió todo, así hasta que entrase algún otro cliente.

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3 comentarios:

  1. Jopé, estaba entre riéndome y horrorizándome con éste relato. Muy original, de veras *-* Por cierto, los nominé a un premio en mi blog: www.mescolanzacity.blogspot.com
    -Pao

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  2. Mi enhorabuena por esta disparatada, ácida e inteligente historia! He disfrutado con su lectura, divertida y amarga a la vez. Gracias por tus escritos repletos de creatividad y brillantez.

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  3. Loable y plausible la prodigiosa y pasmosa facilidad para escribir que dotan ciertas personas tan únicas e increíbles como tú. Deseosa de poder leer otras entradas.

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