Habrá un momento en el que me abrazaré a la foto en la que
aparecen mis mejores amigos, un momento en el que solo mirando la imagen
recuerde cada segundo, cada risa, cada palabra dicha en voz alta, incluso los
pensamientos que brillaban en sus ojos. Habrá un momento en el que pasaré la
yema de mi dedo por el frío cristal, y aún así, sentiré el calor en mi
interior. Habrá un momento en el que con cuidado abriré la carcasa del marco,
dejando que mis dedos se encuentren directamente con nuestros rostros sonrientes.
Y sé, que en ese momento, voces se colarán en mi cabeza:
— ¡Eh! ¿Quién te crees que eres? Deja de acaparar la cámara
— ¡Enana! Para de comer, estamos haciendo la foto
— ¡Esperadme!
— Esta noche podremos ver las estrellas
— ¡Bah! Si quisiera ver las estrellas me miraría en el
espejo
— ¡Sonreír! El temporizador ya está puesto
— ¿Y qué gracia tiene acampar si no te gusta el campo?
— Vosotros me habéis traído a este nido de bichos
— ¡Decid patata!
— Nunca he entendido porqué patata, siempre terminas con cara
de idiota
— Podemos decir cheese
— Y a ti te pareció buena idea
— Porque todos dijisteis que sí. Asco de presión de grupo
— ¡No! De cheese nada, aquí patata
— ¡Oh! ¡Venga! No puedes salir comiéndote un bollo. Esta
foto pasará a la posteridad.
— Mucho mejor, así nunca se me olvidará de qué marca y tipo
son mis favoritos.
— ¡Parad y sonreír o mañana os levantaré con cazos de agua!
Un grito, una petición, un comentario, una respuesta
sarcástica, otra irónica, una risa… Una foto juntos, un pasado en común. Un
futuro condicionado por la persona que eres, y que tus amigos te ayudaron a
formar. Un “¡Eh! ¿Qué tal estás?” cuando vayamos por la carretera, y un “No me
puedo creer que ya hayamos llegado” cuando se acerque el final del viaje. Una
despedida de amigos que uno a uno se van marchado. Una sonrisa que permanece
imperecedera en cada mente.
La lágrima que de felicidad resbala por mi mejilla, el
pitido repetitivo de la máquina que mantiene una vida, la mente cargada de
recuerdos como si hubiera vivido más de una vez, la paz, resignación y
aceptación, presentes en cada rincón de la habitación.
Y entonces una risa, una palabra amable, unos rostros
jóvenes. Y una promesa, la última promesa, es en aquel momento cumplida “Cuando te
canses de vivir vendremos a recogerte”
En mis labios se formó una sonrisa, la sonrisa de haber sido
tocado por ángeles.
Amé la última frase, es de lo más épica *-* Básicamente todo el relato lo es, pero esa frase es especialmente genial xD
ResponderEliminar-Pao
El relato es sobrecogedor, la nostalgia que tan bien describes hace que recuerde momentos en los que prefiero no pensar. Como en tu historia yo también tenía un grupo de amigos que hubiera hecho lo que sea por mi, pero los perdí por no saber apreciarlos como se merecían. Leer esto me hace pensar en todos los errores que he cometido y en que es demasiado tarde para llamarlos y "me vengan a recoger cuando me canse de vivir".
ResponderEliminarEn fin, perdona el sentimentalismo, solo quería mostrarte que tu historia de ha llegado al fondo y que espero que aproveches el talento que tienes.
Saludos