El edificio
aparentaba normalidad. Era la clase de edificio aburrido con oficinas aburridas
dentro y trabajadores muy muy aburridos que tomaban café o entraban en facebook
sin que el jefe les pillara. La fachada era insulsamente blanca, con grandes
ventanas que, por un extraño efecto óptico, no dejaban ver nada de lo que ocurría
en el interior. Un gigantesco letrero de metal ligero rezaba en letras rojas: “La
solución está aquí. No busque más, Bono Morti S.A es la respuesta.”
Un hombre
ataviado con un elegante traje y portando un maletín negro en la mano se detuvo y
leyó el cartel.
-Bien,
parece que es aquí.- Dijo soltando un suspiro típico de la persona que tiene
algo que hacer y que no le agrada en absoluto.
Se acercó
decidido a la puerta de entrada y la abrió. Dentro se podía haber celebrado
perfectamente un funeral o cualquier acto que requiriese ambiente de luto pues
el silencio imperaba sobre todas las cosas. No era un silencio amargo, ni uno
de esos silencios incómodos que se generan entre dos personas que hablan y
fingen al mismo tiempo, sino más bien un silencio vacío, un silencio propio sin
el cual te sentirías extraño o incluso incompleto. El hombre lo notó y un
escalofrío recorrió su espalda. Sus ojos se posaron lentamente sobre lo que
parecía una salita de espera bastante poco trabajada: apenas cuatro sillas, una
mesa comprada por piezas y montada lo más torpemente posible y una planta seca
y marchita. Luego desvió la mirada hacia el otro lado y descubrió dos figuras,
un hombre y una mujer, que hablaban en susurros detrás de un mostrador.
-Mira, un cliente.-
Decía el de género masculino a su compañera en tono emocionado.
-Ya, y este
déjamelo a mí ¿eh?.- Contestaba ella.
El hombre
trajeado se acercó y dijo:
-Hola,
buenos días. Vengo a…
-¡Hola,
hola!- Dijo la mujer antes de que el otro acabara de presentarse. Y casi
saltando por encima del mostrador se plantó frente al sorprendido hombre. -¿Qué
tal todo? Bueno, que pregunta más absurda ¿no? Jajajaja. En fin, yo soy Evelyn y
este de aquí Thomas. Nos alegramos de que haya usted venido aquí. Vamos a ayudarle
en todo lo que podamos, usted no tiene que preocuparse por nada…
-No, si yo
solo venía a por…
-¡Si, si! Lo
sabemos, por eso estamos aquí. Ha hecho lo correcto, contratar nuestros
servicios es lo más sensato. Bien, y ¿Qué tipo de suicidio podemos ofrecerle?.
-¿¡Cómo
suicidio!? ¡Pero oiga…
-Bueno,
bueno. Nosotros preferimos llamarlo Solución Definitiva, ya sabe, más poético
¿no? Jajajaja. Somos una empresa líder en este sector, quizá se deba a la poca
competencia que tenemos, no sé, quizá…
Evelyn
hablaba enérgicamente, casi sin dejar espacio entre las palabras. Había
encontrado un cliente y estaba dispuesta a hacer lo que fuera para que no se
marchara como los cincuenta últimos. Tal vez les asustó el precio… bueno, pero
desde entonces ya los habían bajado.
-Oiga señora…
-Llámeme Evelyn.
-Bueno, Evelyn,
yo no sé qué es esto de la Solución Definitiva ni quiero tener que ver en absolutamente
nada, yo solo he venido a…
-Pero vamos
a ver ¿No siente la necesidad de quitarse la vida? Seguro que hay algún
problema que le atormenta enormemente y por eso estamos nosotros aquí.- Una
sonrisa complaciente iluminaba su cara.
-No la verdad
es que no. Mi vida es bastante buena…
-¿Nada? ¿Su
mujer no le engaña? ¿Su trabajo no es absolutamente nefasto? ¿Ni siquiera su
perro se hace pis en la alfombra y no puede hacer nada para evitarlo?
-No, no
tengo perro…
-Bueno, la
primera fase es la negación…
-Pero yo
solo he venido, como llevo rato intentando decirle, a…
-A acabar
con sus problemas claramente, le hemos visto leyendo el cartel de fuera.
-¿Ah si?- Es
lo único que alcanzó a preguntar, su mente era un mar de dudas, todo estaba
sucediendo demasiado rápido y él nunca había sido una persona avispada con lo
que le costaba reaccionar ante situaciones de este tipo.
-¿Bonito eh?
Aún así no atrae a mucha gente, creo que debería ser más grande. ¡Thomas!- El
interpelado sacó la cabeza de detrás del mostrador rápidamente, asustado. –El cartel
tiene que ser más grande, te lo he dicho mil veces.
-¿Eh? Si,
si, no te preocupes mañana lo amplío.- Y volvió a sumergir la cabeza tras la
barra.
-Bueno,
bueno. ¿Y cuál es su nombre señor?.
-Mmmm,
Henry, me llamo Henry.
-¡Oh, que
nombre más bonito! ¡Quedara perfecto en la lápida, ya verá!
-¡¿Cómo en
la lápida?!
-Claro,
claro. Aquí nos gusta rematar el trabajo, es nuestro sello de identidad.
Tenemos una funeraria asociada.
-Oh, que
previsores.
-¿Verdad qué
si? Bueno, vayamos a lo que nos importa. Contamos con numerosos tipos de
suicidio: suicidio Clásico, Artístico, Feliz, Dramático… Aquí le dejo unos
folletos, vaya a la sala de espera y écheles un vistazo.
-Pero yo…
-Ya, ya.
Usted mírelos, ya verá cómo cambia de opinión en seguida. Mientras tanto aquí
le esperaremos.- Y la sonrisa nunca se iba de su rostro, estaba realmente feliz.
Henry se
sentó en una de las sillas, y pensó. Al cabo de un rato volvió al mostrador con
los ojos rojos y la nariz hinchada.
-¡Mi vida es
una mierda!- Se desplomó sobre el cristal y comenzó a llorar a lágrima viva.
-¡No tengo nada! ¡Odio mi trabajo, no tengo mujer y dudo que alguien alguna vez quiera casarse conmigo, si casi ni tengo amigos!- Las lágrimas se derramaban empapándolo
todo.
-Bueno, por
eso estamos nosotros aquí, ¿Ha decidido ya señor Henry?
-¡Si, los
quiero todos, quiero morirme!
-Bien, el
completo entonces. Serán novecientos euros. ¿Cómo piensa abonarlos?
-¡Tome!- Y
tiró la cartera contra el mostrador- ¡El número de la tarjeta es uno, dos, dos,
uno! ¡Qué vida más triste!
-Perfecto,
si es tan amable de acompañarme…
Evelyn guió
a Henry hasta una puerta tras la cual se escuchaban ruidos estridentes, como de
cuchillas girando a gran velocidad o taladros puestos a máxima potencia. Henry
dudó un momento de si realmente no sería una empresa de albañilería encubierta…
Qué tontería, ¿Para qué iba a querer un albañil esconderse?. Pensado esto cruzó
la puerta y no volvió a salir de allí jamás. Evelyn retornó a su puesto de
recepcionista junto a Thomas.
-Buena caja
hemos hecho hoy ¿eh?.- Dijo Thomas tecleando en el datáfono el número secreto de
la tarjeta.
-Por cierto,
¿Sabes quién era ese? Porque a mí me sonaba un montón…
-¡Claro! Era
el cobrador del banco, debemos seis meses de agua y de luz.
-¡Ah!
Jopé, estaba entre riéndome y horrorizándome con éste relato. Muy original, de veras *-* Por cierto, los nominé a un premio en mi blog: www.mescolanzacity.blogspot.com
ResponderEliminar-Pao
Mi enhorabuena por esta disparatada, ácida e inteligente historia! He disfrutado con su lectura, divertida y amarga a la vez. Gracias por tus escritos repletos de creatividad y brillantez.
ResponderEliminarLoable y plausible la prodigiosa y pasmosa facilidad para escribir que dotan ciertas personas tan únicas e increíbles como tú. Deseosa de poder leer otras entradas.
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