μαινόλᾳ θύμῳ, τίνα δηὖτε πείθω
μαῖς ἄγην ἐς σὰν φιλότατα τίς τ, ὦ
Ψάπφ᾽, ἀδίκηει;"
"¿Arde de nuevo el corazón inquieto?
¿A quién pretendes enredar en suave
Lazo de amores? ¿Quién tu red evita,
Mísera Safo?"
Yo, un cuerpo azotado por el viento que trata de no marearse demasiado por el movimiento del barco. Bajo mi triste existencia el mar. Mercurio líquido que brilla, casi sólido, y golpea furioso la quilla. Cuánto daría por arrojarme por la borda, hundirme lentamente hacia el vientre primigenio de la tierra y una vez allí, por fin, estar en paz. Pero no, aquí sigo, ondeando como una bandera sobre las ruinas de Ilión. Yo, que serví a las musas y las honré en mi casa; yo, que fui mujer como ninguna otra; yo, que caminé humana entre monstruos, que amé dolorosamente y fui correspondida.
No miro hacia proa, no me interesa lo que haya en el
horizonte, soy una figura dorada que da la espalda al mundo y se concentra en
un pedacito de tierra lejano. Casi ni se distingue en la distancia, pero si
frunces el ceño y fuerzas tus ojos hasta que casi sangren, quizá veas el
pequeño puerto o la cúspide del faro. Pero la nave avanza inexorablemente y es
cada vez más difícil, más humillante. Me agarro como puedo a esta imagen, porque
dentro de unos años será lo único que tenga. Allí, en esa pequeña isla, se
queda mi corazón junto al templo de Afrodita. En esa mancha de tierra se quedan
los mejores años de mi vida, cuando todo consistía en vivirnos y en sentir que
nada era más fuerte que nosotras. Se quedan la pureza y la inocencia, la música
y la poesía, se quedan tus manos sobre las mías y tus labios sobre mi cuello.
Yo me llevo el dolor, la agonía; me guardo la tristeza y la añoranza y en las
bodegas, viajan como polizones la ira, la rabia y el odio. Allí fui feliz,
aquí... simplemente no soy.
Cada vez hay más agua entre nosotras y cuanto más me alejo,
más me parece que todo fue un sueño. Pero tú estás ahí, sobre la roca de
Léucade, leyendo mis versos o quemándolos, quién sabe. Estás cerca del Olimpo
querida mía, dile a la trenzadora de engaños que tenía razón, que nuestras
discusiones fueron absurdas, que al final el amor te vacía por dentro.
Y seguimos
navegando, rajando el mar como un saco
del que se escapan miles de diamantes. La brillante esfera solar es solo un
semicírculo insertado en el horizonte y sospecho que no llegaremos nunca.
Siento el calor en mi espalda, es agradable, como el abrazo de una madre o el
beso prohibido de un amante. El calor se extiende por todo mi cuerpo, lo inunda
dulcemente y me provoca somnolencia, un sopor tranquilo y relajado. Pronto
estaré dormida, pero de momento tengo que aguantar, he de seguir haciendo
guardia, no soportaría cerrar los ojos y al abrirlos ver que la tierra lejana
ya no está.
Mis odas al Amor eran tuyas vida mía. Fuiste siempre aquella
triste sombra que inundaba mis pensamientos, una sombra que contaminaba mi
espíritu y me cegaba. La inspiración de los dioses que fue negada a muchos, a
mí se me entregó con el verbo de tu carne. Apolo maldijo mi nombre y maldecida,
con el peso de los divinos sobre mi espalda, me enamoré de ti. ¡Oh amiga del
alma, qué tristes fueron mis lamentos! Qué
amargas las lágrimas que derramé sobre el cáliz de tu senos, qué injuriosas las
palabras que pronuncié contra el hado. ¡Destruidos sean los templos de la
diosa! ¡Profanados los altares y quemadas las ofrendas! ¡Qué cada día se me
entregue la cabeza sangrante de una paloma blanca y miles de rosas marchitas!
Solo así veré mi sed saciada, pues el agua que bebo es salada y me quema por
dentro.
Los augures nos adivinaron un futuro grandioso: "Como los hombres inmortales de la
Primera Era, vuestro amor será eterno" dijeron. "Como el de Orfeo y Eurídice
vuestro amor será poderoso, pero aun más
puro, pues proviene del único amante lesbiano" estas fueron sus
palabras. Pero ahora nuestro amor quizá sea más parecido al de Medea y Jasón o
tal vez al de Ariadna y Teseo. De la misma manera que estas dos mujeres me
siento traicionada y abandonada, pero yo no mataré a mis hijos que son mis
cantos, sino que los dejaré libres y
serán mi lanza emponzoñada.
Recojo mi hilo dorado y me alejo de ti. Me despido para
siempre de la espuma del mar y de mi patria. Dile adiós a mis alumnas, todavía
les quedaba mucho por aprender. Dile adiós a la arena de la playa, y a los
cangrejos que siempre venían a saludarme. Dile adiós a todo aquello de lo que
no me pude despedir yo misma y planta un beso en tu mejilla por mi; así, quién
sabe, algún día germine y tendré un motivo para volver.
Dormiré ahora, pero
antes quiero ver amanecer, estoy cansada de mirar hacia atrás.
Tienes qué contarme cómo haces para escribir tan bien, Rodri. ¿Es cosa divina... cosa de azar... eres el genio creador del que hablaba el profe de Filo...?
ResponderEliminarMira no sé, pero el texto es precioso de principio a fin. No sé mucho de Safo, pero gracias al texto me voy a leer su entrada en Wikipedia, como mínimo.
Y no dudes que voy a volver a esta entrada, de cuando en cuando, a comprender cada vez mejor sus líneas, y disfrutar de unos minutos de belleza.
Qué puedo decirte a parte de esto, más que bravo.
Tienes talento, lo sabes verdad? Tus textos encierran la sabiduría del más profundo de los filósofos, y como a muchos de ellos, hay que leerte varias veces para entender los secretos que se esconden tras cada palabra, encerrados, como una tormenta interior que ansía abrirse paso hacia el exterior, y lo ha de conseguir de una manera u otra, como el más celosamente custodiado de los tesoros que en realidad sólo quiere que alguien lo encuentre.
ResponderEliminarEso es lo que hace tu literatura tan fulgurantemente deliciosa y sincera, complicada y extrovertida, como un contraste cromático apagado y reluciente, dependiendo de desde donde lo mires.
No se como lo haces pero definitivamente sigue así.
Vive, reflexiona, escribe, disfruta.