Tengo los ojos abiertos y aun así parece que todavía
mantengo mis párpados cerrados. Lo único que me rodea es oscuridad, una negrura
densa que repta por todas partes inundándolo todo. De vez en cuando me
llega algún pitido lejano, intermitente, descarriado, indicándome que todavía, y
muy a mi pesar, estoy anclado a la vida de allá arriba. Aquí se está bien pese a
la falta de luz, no hay dolor, ni sufrimiento, ni tristeza, ni alegría, ni
nada. Reina el silencio, el silencio del sepulcro al que me encamino, el
silencio de la muerte que avanza inexorablemente hacia mí. Mi mente se ha
parado y los pensamientos ya no fluyen con claridad, los recuerdos se
desvanecen lentamente mientras en algún lugar, muy lejano ya, mi cuerpo descansa
sobre una cama de hospital atendido continuamente por médicos que no encuentran
una solución a mi estado y que observan como, poco a poco, me voy
desvaneciendo. Antes, cuando todo este proceso de decrepitud comenzó, me
aferraba fuertemente a la vida, luchando cada día por despertar y viendo mis
intentos frustrados una y otra vez, escuchando, con más claridad que ahora,
todos esos ruidos mecánicos que no hacían sino darme fuerzas para seguir
intentándolo. Pero llegó un momento en que eso no era suficiente, me cansé, sí,
simplemente me cansé de pelear. Aceptar mi destino y resignarme me pareció la
opción más acertada y poco a poco fui notando como me alejaba de la existencia
terrenal para hundirme cada vez más en la oscuridad. Ahora simplemente espero
cruzado de brazos, metafísicamente hablando por supuesto, flotando en esta
espesura, aguardando la llegada de aquel mítico esqueleto con guadaña que me
cruce al otro lado de la laguna Estigia.
Y aquí me encuentro, sin nada que hacer, sin nada que ver,
sin nada que sentir. Los pitidos se van apagando, cada vez suenan menos. Las
voces de los médicos se ahogan lacónicamente y yo mismo voy perdiendo
consistencia. Me siento arrastrado por una fuerza invisible hacia algún lugar,
succionado sin remedio como un vulgar trapo sucio ¿Será esto lo que llevo
esperando tanto tiempo? ¿Ha llegado mi hora por fin? Las tinieblas que me
rodean van cogiendo forma y me sorprendo al comprobar que reconozco esas
figuras aunque hace mucho tiempo que no las veo: un árbol, un banco desconchado
y sin pintar, hojas secas en un suelo de tierra… Y de pronto lo oigo: “Sé fuerte”. La voz suena clara, limpia,
sin interferencias. Suena milagrosa para mis oídos. “Recuerda el día en que nos
conocimos”. Me resulta familiar el tono,
la cadencia hasta las pausas. “No puedes
dejar que esto te supere”. ‘¡Anne! ¡Oh Dios mío es Anne! ¡Es ella sin duda!
Y rápidamente, como movido por un remolino de aguas turbulentas, aparezco
sentado en ese banco de aspecto desvencijado observando el sinuoso camino que
se adentra en los árboles. Y precisamente por ese camino aparece, como tantos
años atrás, una silueta de mujer que camina tranquilamente justo hacia donde yo
estoy. “Te quiero”. Y las palabras, que resuenan por todo el onírico paisaje,
me levantan de mi asiento. “No puedo
perderte”. Doy un paso hacia aquella chica de veinte años. “Por favor, sé fuerte”. Miro su rostro,
la reconozco, reconozco el momento. Ahora ella me hablará, me preguntará que si
vengo habitualmente a pasear aquí. “Crhistian,
por favor”. De pronto comienza a llover, esto no lo recuerdo. Las gotas de
lluvia caen sobre mi cuerpo como lágrimas…como lágrimas…
Y ella desaparece, el recuerdo cambia y un muro se
materializa justo enfrente de mí. Es de ladrillo visto y en él hay una ventana
de madera cerrada a cal y canto. Me quedo parado, sin saber qué hacer, la
lluvia mojándome el pelo, recorriendo mi rostro…inmediatamente tomo conciencia de
que tengo que avanzar. Doy un paso y el figurado Sol parece perder intensidad.
Otro paso más y los colores se van perdiendo. Agarro el tirador de una de las
batientes y todo se vuelve negro otra vez. Tiro de él y cuando la ventana se
abre una intensa luz lo inunda todo. Un fogonazo de energía me impacta y siento
un dolor intenso que mengua rápidamente. Oigo pasos nerviosos, voces dormidas
que despiertan en mi cabeza. Los pitidos chillan en mi oído y cuando abro los
ojos me encuentro ante caras
sorprendidas que me miran fijamente. Y a mi lado, llorando junto a mi hombro,
la mujer cuyas palabras me han despertado.
*-*
ResponderEliminarGuau. Me dio un escalofrío. La historia está buenísima. Quizá al principio no parecía tan original, pero el final lo cambió todo. No sé. Me encanta como está escrito, y me parecieron espectaculares las imágenes del final. El recuerdo, la lluvia, la ventana, todo. Masterpiece.
(Por cierto, wiwiwi, te nominé a un Liebster Award ¿sí sabés qué es? La entrada está acá: http://fantasticoslibrosvoladores.blogspot.com.ar/2014/05/liebster-award-numero-63124.html :D)
Saludos, y nos leemos!