"Τα παιχνίδια των θεών είναι επικίνδυνα για τον άνθρωπο."
(Los juegos de los dioses son peligrosos para los hombres.)
La manzana estaba sobre la mesa.
Simplemente se encontraba allí. Nadie sabía cuando había aparecido o si llevaba
en el frutero de plata con las demás frutas desde que comenzó la ceremonia.
Aunque eso era prácticamente imposible, pues un objeto así llama la atención: estaba
hecha de oro macizo y refulgía con luz propia destacando su posición, haciendo
que los ojos de todos los asistentes se fijasen en ella.
Todos estaban maravillados, menos
Tetis y Peleo que consideraban la aparición del áureo fruto como presagio de
algo terrible. Sabían perfectamente que la manzana no estaba allí al comienzo
de la celebración, ellos mismos habían organizado todos los manjares y la
ambrosía que disfrutaban los dioses Así que alguien, intencionadamente, la
había traído. Alguien perverso que había grabado en la dura piel una
inscripción ambigua y clara al mismo tiempo: “Para la diosa más hermosa”.
¿Cuántas diosas habían acudido? Prácticamente
todo el panteón femenino: desde la salvaje Artemisa hasta la enigmática Hécate,
incluso Perséfone había dejado el Hades para asistir al enlace. Aún así faltaba
alguien, la única deidad rechazada hasta por los suyos, la única capaz de
arruinarlo todo incluso sin haber sido invitada: Eris, la diosa de la Discordia.
Que ingenuos habían sido Tetis y
Peleo, pues confiaban en que si no convidaban a Eris todo marcharía a la
perfección, pero el caos es grande y llega incluso a los lugares más
recónditos. Nadie se libra de él, ni siquiera los dioses.
La manzana seguía imperturbable
sobre la mesa, avergonzando a las demás frutas y deslumbrando a los dioses,
nereidas, ninfas, sátiros incluso al mismísimo Zeus que la miraban sin
parpadear. Y de pronto una figura avanzó bajo la atenta mirada de los
presentes. Hera se situó frente a la mesa mirando a todos directamente a
los ojos y dijo:
-Esta manzana me pertenece.
Alguien quiere hacerme un regalo y no se atreve a presentarse ante mí en
persona.
“¡Oh no! Ya ha empezado.” Pensó
consternada Tetis mientras observaba la magnífica figura de la reina de las
diosas acercarse para coger el fruto…
-¡No, Hera! Esa manzana es mía.
No por ser nuestra reina eres la más hermosa de nosotras.
La voz de Atenea inundó el Olimpo
e hizo que Hera se detuviese en su propósito. Pero faltaba algo, la escena no
estaba todavía completa…
-Queridas- Dijo una voz melosa,
suave, fresca y cautivadora – No discutáis por algo tan sumamente obvio. La
inscripción deja bien claro que yo soy la única y verdadera propietaria de esa
manzana.
Afrodita se situó junto a las dos
diosas y las miró, como retándolas a desmentir sus palabras.
-Afrodita, vete con tus juegos de
seducción a otra parte. ¿No te está Hefesto esperando impaciente en el lecho?.-
Ante esta provocación por parte de Hera los sorprendidos invitados reprimieron
la risa y trataron de disimular con ademanes absurdos que no le pasaron
inadvertidos a la diosa del amor que contestó airada.
-Hera, puede que mi marido sea un
tullido, pero por lo menos me es fiel. ¿Cómo piensas reclamar esta manzana si
hasta el propio Zeus, teniéndote a ti como esposa, pasa más tiempo fuera de
casa retozando incluso con simples mortales?
-Afrodita, no hables de fidelidad
cuando ni siquiera la entiendes. Todos hemos sido testigos de tus pasiones con
Ares, no vengas a reclamar algo que no te mereces.
-Vaya vaya, Atenea, la eterna
virgen. ¿Realmente creíste que alguien había pensado en ti al dejar la manzana?
Ingenua…
-No hay forma de que resolvamos
este conflicto entre nosotras.- Sentenció Hera. –Necesitamos que alguien decida
quién es la más hermosa. Alguien lo suficientemente poderoso como para que su
veredicto sea irrefutable…
-¿A quién propones pues?
Una leve sonrisa se dibujó en los
labios de la reina y con el aplomo de quien ha ganado una guerra dijo:
-Zeus por supuesto ¿Quién sino?
-¡Eso no es justo! No podemos
poner a mi padre ante tal tesitura.
-¿Tienes miedo Atenea? ¿Qué le
preocupa a la diosa de la justicia? Tal vez crees que el gran rey de los dioses
elegiría antes a su amada esposa que a su hija que lo único que le ha provocado
son dolores de cabeza, y nunca mejor dicho, pues de su testa naciste…
La sonrisa dejó de ser leve y se
convirtió en un gesto lascivo y punzante cargado de odio e ira hacia la hija de
su esposo.
-Hera tiene razón, que Zeus
decida. Él mejor que nadie para reconocer la innegable belleza que poseo. No en
vano los hombres me consagran a mi la pasión y el erotismo y me veneran como la
única diosa del amor y el deseo.
Juntas se encaminaron hacia el
majestuoso trono de mármol negro desde donde el señor del Olimpo gobernaba el
mundo de los mortales con mano de hierro. Las tres diosas se quedaron al pie de
los siete escalones de oro que llevaban al sitial. Zeus, en lo alto, las
escuchaba petrificado pues no sabía como resolver la situación ya que
irremediablemente su decisión traería serias consecuencias que caerían sobre él
como un jarro de agua del Estigia. ¿Qué hacer? ¿Reconocer el atractivo
innegable de Afrodita traicionando así a su esposa y a su hija? ¿O contentarlas
a ambas engañándose a si mismo?
Tras cavilar una respuesta que no
llegó se le ocurrió una solución que le eximiría de toda culpa.
-Queridas, aquí no hallaréis
término a vuestro problema pues para mi sois igual de hermosas. Dejemos que
sean los mortales quienes decidan. A veces la simpleza de pensamiento de quién
sabe que en algún momento morirá es la respuesta más esclarecedora a cualquier
pregunta.
Hubo un momento de silencio en el
que las tres deidades se miraron íntimamente mientras Zeus rogaba que picaran
el anzuelo.
-Está bien- Dijo Hera. –Pero
serás tú quien elija al humano.
La tríada asintió y Zeus advirtió
como un peso se elevaba de su estómago y desaparecía. Sabía perfectamente a
quién designar para tan tremenda misión. A Paris, príncipe de Troya, hijo de
Príamo y Hécuba, un joven que vivía alejado de las pasiones de los de su
especie y cuya decisión sería totalmente imparcial.
Después de comunicarles el
veredicto a las diosas, estas se encaminaron a bajar al mundo de los mortales
guiadas por Hermes. Estaban decididas a defender su honor e iban
equipadas cada una con sus mejores armas de seducción.
Se encontraba Paris en una colina
cercana a Troya contemplando pensativo el mar cuando notó que algo había
cambiado, no sabía porqué pero percibía la atmósfera más pesada o tal vez eran
imaginaciones suyas… De pronto una voz le sorprendió a su espalda.
-Hola Paris, futuro rey de
Troya.- Era la voz más atrayente que había oído nunca y cuando se dio la vuelta
para ver de donde procedía, su mente se colapsó por un momento y sus ojos se
negaron a creer lo que veían. Tres mujeres, que reconoció a la perfección, se
encontraban ante él rodeadas de una poderosa áurea blanquecina que difuminaba
sus cuerpos pero no impedía apreciarlos en todo su esplendor. La que comenzó
hablando siguió su soliloquio.
-Sabes perfectamente quienes
somos. Hera, Atenea y Afrodita. Venimos porque necesitamos tu ayuda. Eres la
única persona capaz de despejar una duda que nos corroe por dentro y que
necesitamos resolver cuanto antes. Te la planteo ahora sin más demora, pues
cuanto antes contestes antes se acabará todo esto. ¿Quién de nosotras es la más
hermosa? Tomate tu tiempo si quieres, pero es necesario que sepas que tu
decisión tendrá una recompensa si me elijes a mí. -En ese momento la figura de
Hera pareció crecer, haciéndose más notable y mucho más imponente. – Si yo soy
la designada, ten por seguro que no te faltará el dinero, serás el hombre más
poderoso que exista en este mundo y todo el vasto imperio de Asia será tuyo.
Paris tragó saliva ruidosamente.
Sin parpadear observó como otra silueta avanzaba relegando a Hera a una segunda
categoría.
-Querido príncipe, se justo en tu
elección, mas me veo obligada a ofrecerte algo como obsequio si me nombras a
mí. Yo, Atenea, diosa de la guerra, te ofrezco la victoria. Serás el ganador de
cualquier batalla a la que te enfrentes. No tendrás rival equiparable y tus
enemigos te temerán pues sabrán que si se enfrentan a ti la derrota es su única
opción.
A todo esto Afrodita contemplaba
divertida los ofrecimientos de sus compañeras y esperó el momento exacto para
hablar, justo cuando Paris parecía decidido a dictar sentencia.
-Yo simple y llanamente te
ofrezco lo que está en mi mano, el amor verdadero de la mujer más hermosa que
habita hoy sobre esta tierra: Helena de Esparta, casada injustamente con el rey
Menelao.
La duda se instauró en la mente
del joven príncipe. Helena…la bellísima Helena de Esparta, la única mujer a
quién todos amaban en secreto y deseaban….
Poder, victoria, amor… la
decisión era difícil pero estaba tomada.
-Soy un simple hombre mortal y no
soy digno de entrometerme en asuntos de dioses, pero puesto que vosotras mismas
habéis acudido a mí yo os ayudaré como buenamente pueda. Mi decisión esta
tomada, para mí la diosa que merece la categoría de la más hermosa es, sin
ninguna duda, Afrodita, diosa de la belleza.
Atenea y Hera se quedaron
atónitas y en el fondo de su alma inmortal encontraron algo parecido a la
vergüenza. Se dieron la vuelta y comenzaron a andar mientras sus contornos se
desdibujaban y sus cuerpos dejaban que la luz los traspasase hasta que
desaparecieron irritadas.
-Has sido sabio Paris y como te
he prometido, desde este mismo momento el corazón de Helena es tuyo.
Ahora será mejor que vayas a buscarla, pero ten cuidado con Menelao, pues
todavía él es su esposo.
Y Afrodita también desapareció
dejando a Paris con una inusitada sensación de soledad pero con el corazón
latiendo a mil por hora. Pediría a su padre que organizara un viaje a Esparta,
con la excusa de entablar relaciones de amistad con el país vecino, sería
entonces cuando seduciría a Helena para que se fuera con él y juntos
vivirían una historia de amor plagada de pasiones. Pero estaba el problema de
Menelao ¿Cómo se sentiría cuándo se enterase de que su mujer, la reina, se
había fugado con el príncipe de Troya? Seguramente ni le importaría pues era
conocido que no amaba a su mujer. Seguramente ni se molestaría en averiguar a
donde se había ido, seguramente…
Mis más profundas felicitaciones por el blog. Es genial, en serio, me engancha con cada palabra que oigo.
ResponderEliminarUn saludo desde Los delirios de Pandora, el cual espero que te pases y disfrutes.
En ocasiones, hasta los más geeks como yo buscamos refugio en el amparo de la buena literatura, porque a veces la genialidad se plasma de una forma Taj asombrosa en las palabras que el hecho de leerlas se vuelve mágico...Y tú lo consigues a la perfección, así que no puedo resistirme a felicitarte y desearte lo mejor con este blog, que rezuma calidad por doquier. Sigue adelante, eres un escritor muy prometedor...
ResponderEliminarY ahora me vuelvo a #starkintech, que se le enfría la placa base ;)
tan* no Taj, es lo q tiene escribir desde el móvil
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