[Estos son los últimos días del relato titulado Memoria que he escrito junto con Juls García. Ha sido una experiencia increíble trabajar con ella, y espero que lo disfrutéis tanto como lo hemos hecho nosotros.
Para leer los primeros días de esta historia id al blog de Julia: Explosiones en la cabeza.]
No sé bien cómo
narrar los sucesos ocurridos hoy ni cuánto tiempo ha pasado desde que he
llegado a mi habitación. Ni siquiera sé cuántos minutos llevo sosteniendo la
pluma a milímetros del papel, pensando sin cesar en las palabras adecuadas,
aquellas que mejor describan lo que siento, lo que ha pasado entre estos muros
que ahora me parecen tan diferentes. Es el mismo lugar que me intrigaba, son
los mismos pasillos interminables, las mismas salas desiertas con los mismos
muebles, las mismas obras de arte insulsas y aterradoras, hasta el aire tiene
que ser el mismo que respiré el primer día. Aun así todo ha cambiado, nada se
percibe de la misma forma. He viajado a una realidad paralela que trata de
engañarme, intentando hacerme creer que todo sigue igual. Pero después de lo
que ha sucedido esta mañana no puedo fingir que nada ha cambiado.
Las horas de la tarde han pasado
como si no hubieran existido, y me han trasladado hasta ahora como si el tiempo
hubiera dado un salto desde que, bebiendo un trago de vino en el comedor
principal a la hora de comer, me ha parecido ver una figura a través del
cristal de la copa. He pensado, en principio, que se trataba de la mujer del
otro día, pero al dejar la copa sobre la mesa, he descubierto a alguien… o algo
totalmente distinto.
Un hombre de aspecto joven se
apoyaba en la mesa. La palma de la mano izquierda extendida sobre la madera
oscura, en la mano derecha un objeto. Lo que en un principio deduje como algo
inerte hizo un pequeño movimiento, se agitaba levemente en el puño del hombre.
No me hicieron falta más segundos para darme cuenta de que se trataba de un
pájaro, un jilguero probablemente. Él lo miraba con pasividad, casi sin
prestarle atención. He podido apreciar los músculos del hombre tensándose bajo
su piel cuando el jilguero
intentaba zafarse. Finalmente, ha roto su cuello. Ha sido tan inesperado que me
he atragantado. ¿Qué sentido tenía mostrarme esa imagen?
-Es muy sencillo morir - ha dicho
con voz tranquila, abriendo la mano. El animal parecía casi dormido, pero sus
ojos carecían del brillo de la vida, igual que los orbes oscuros del hombre
cuando me ha mirado, dejando caer el cadáver del pájaro al suelo, y ha dicho -
Por favor, sígueme.
Me he levantado como un autómata.
Mis músculos no obedecían a ningún estímulo cerebral, actuaban impulsados por
algo muy diferente, algo que ya no me pertenecía. Mi cuerpo entero ha obedecido
a su petición. Me he sentido desde fuera siguiendo a aquel personaje por la
casa, fija mi mirada en su espalda. Me daba la sensación de estar caminando
solo, aunque tuviera la vista clavada en su camisa blanca y supiera con certeza
que, de alargar el brazo, podría tocarle sin problemas. Era como si su
presencia fuera imperceptible, como si careciera de algo vital que nos hace
reconocer y sentir a otros incluso sin verlos.
Finalmente, hemos llegado a una
puerta cerrada que ha abierto él con una llave que colgaba de su cuello. Le
seguí por unas oscuras y angostas escaleras de escalones desgastados, con la
piedra hundida allí donde otros pies, lejanos en el tiempo, subieron y bajaron
numerosas veces, como ahora lo hacíamos nosotros - ¿cuánto tiempo lleva
construido este lugar? -.
Entramos a una sala con planta de
cruz latina, como las iglesias convencionales, aunque me temo que es lo único
convencional. En la nave central no hay bancos, como cabría esperar, sino que
varias figuras flanquean los costados hasta el ábside. Son representaciones de
antiguos dioses paganos griegos y romanos. Estatuas de mármol blanco que te
miran mientras avanzas, recordándote que ellos fueron dueños del mundo hace
milenios y que tú eres simplemente una mota de polvo entre tantas. Miraba
sobrecogido en todas direcciones mientras mis piernas caminaban. Llegar al
crucero solo hizo que sintiera que mi psique se desmoronaba. Era incapaz de asimilar
todo lo que estaba viendo. Por encima de mí se alzaba una cúpula perfecta que
me situaba en el centro de miles de personas pintadas que me miraban.
Estaba desnudo ante ellas, se reían
de mí. Sus cuerpos pigmentados eran perfectos, el mío un desecho escuálido y
penoso. Sus ojos estaban fijos en cada pliegue de mi piel, me juzgaban y
decidían mi destino como inquisidores implacables que me conducían al cadalso.
Traté de fijarme en otro punto totalmente opuesto, pero sólo encontré la
desolación de un gran Buda que sentía lástima por mí. Su rechoncho cuerpo de
bronce era incluso más puro que mi alma, cada detalle de su vestimenta más
elevado que mi propia existencia. Giré sobre mí mismo y en el lado opuesto me
di de lleno con un ejército de seres aterradores tejidos en un tapiz de grandes
dimensiones. Demonios de caras rojizas, colmillos punzantes y cuernos
retorcidos peleaban con seres azulados y demenciales. Criaturas de diez brazos
que agarraban cabezas humanas goteantes, que pisaban cuerpos desmembrados y se
bebían la sangre caliente de los muertos.
Caí de rodillas extenuado, incapaz
de soportar todas esas imágenes. Luché para impedirme seguir mirando, pero mi
mente ya no era mía y levanté la cabeza del suelo sólo para encontrarme con el
último de todos mis jueces: un Cristo crucificado lloraba por mí, los brazos de
madera parecían querer abrazarme y yo le miré, le miré porque era mi única
salvación, le miré porque mis pecados pesaban y resultaban insoportables.
“¡Acaba ya con este dolor! ¡Mátame si es lo que deseas! Pero devuélveme todo lo
que me has arrebatado. ¡Dime qué hago en este lugar!” le gritaba sin emitir
sonido alguno, pero yo sabía que me escuchaba, era consciente de que en ese
momento el universo entero se limitaba a Él y a mí. Y junto a su dolorosa
figura, otra estatua que transmitía la tristeza más lacerante: su madre. La
Virgen María no contemplaba a su hijo en la cruz porque lo tenía arropado entre
sus brazos. El tiempo había avanzado, Jesús había descendido de su calvario y
su cuerpo sin vida reposaba plácidamente. Era una piedad angustiosa pero
tierna, que guardaba todo el sufrimiento del mundo y me lo transmitía de forma
sosegada, como diciendo “así es la vida de los mortales”. Y entonces supe que
me había roto. Todas mis defensas se quebraron definitivamente y no pude más
que desviar mi rostro hacia el hombre que me había llevado hasta allí.
Me miraba igual que al jilguero, con
absoluta pasividad. A pesar del temblor de mis manos, de las lágrimas que
apenas podía contener, de que con toda probabilidad mi imagen debía ser
indefensa, capaz de generar algo de clemencia o preocupación en cualquier ser
humano… él me miraba como si no fuera nada, absolutamente nada. Me sentí
pequeño, inútil, estúpido… irrelevante.
Se acercó a mí con una tranquilidad
que sigo sin comprender y dijo en el mismo tono que en el comedor:
-Las preguntas que consumen tu mente
las tuve yo hace… tiempo - esbozó una débil sonrisa, divertido - Las iré
respondiendo poco a poco, día a día, en esta capilla, hasta que considere que
estás preparado. Ya sabes cómo llegar. Habrá una copia de la llave en tu cuarto
cuando vuelvas.
-¿Preparado para… qué? - pregunté
notando mi voz temblorosa como pocas veces.
-Para ser el siguiente.
-¿El siguiente en qué? - comencé a arrastrarme
hacia atrás, huyendo de él - ¿Qué pretende hacer conmigo?
-El siguiente en guardar la memoria
de la humanidad.
-¿Y qué le hace pensar que me
quedaré para hacerlo?
-Temes a la muerte como cualquier
otro ser vivo. Te quedarás, no tengo ninguna duda.- contestó, acercándose a mí
con calma mientras yo seguía arrastrándome hacia atrás. Mi espalda topó con la
pared cuando formulé la siguiente pregunta:
-¿Acaso va a matarme si trato de
huir?
-Por favor - su tono sonó ofendido
un instante - Para huir es necesario estar encerrado, puedes irte si quieres,
pero sé que no lo harás.
-¿Y por qué está tan seguro?
-Porque para ti guardo la victoria
frente al único enemigo que tu especie nunca vencerá - se acuclilló frente a
mí. Su mirada oscura parecía llegar a los secretos mejor guardados de mi alma,
como si ya me conociese de antes, como si me hubiera observado desde el día en
que nací - Puedo ofrecerte la inmortalidad.
25 de noviembre
Durante
este tiempo he ido diariamente a la capilla a recoger los fragmentos de mi
alma. El que se ha convertido en mi mentor me ayuda con este proceso, aunque al
mismo tiempo, siento que la propia capilla, con todas sus figuras, comienza a
ser un apoyo. Hoy, incluso, he pasado algunas horas solo allí, observando al Buda,
el Cristo, la piedad… y los he sentido cercanos.
Cuando algo se destruye, es posible
reconstruirlo, pero ahora hay piezas que no encajan. Mi mentor se encarga de
rellenar los huecos que quedan vacíos en mí, o de desechar aquellos pedazos que
ya no necesito. El aprendizaje es arduo, pues se trata de dejar atrás todo lo
que soy y convertirme en algo nuevo. He de renacer como un fénix y aprender a
vivir otra vez. Soy como un niño, aprendiendo a dar sus primeros pasos, a decir
su primera palabra, a elaborar su primer pensamiento lógico. La figura de mi
mentor se comporta como un padre benevolente, que con paciencia, guía el
comienzo de mi nueva vida.
Son muchas las cosas que no
comprendo. Como médico, sé que todo tiene un principio y un fin, que ningún ser
vivo es eterno, y ahora me encuentro ante un horizonte infinito. No hay nadie
que me espere para llevarme al otro lado, no hay paraíso ni infierno para mí.
Me prometen que la esquelética figura con guadaña nunca me molestará.
Esto es lo más difícil, aunque hay
otras cosas. Soy el heredero de la vida de mi mentor y de muchos otros antes
que él. Soy el siguiente. He de continuar con una tarea fundamental que he
comprendido hoy mismo. Hablando con él, con los ojos a su altura, uno frente al
otro, me ha dicho:
-Me dedico a observar. He recorrido
durante siglos las mismas calles. He visto nacer y morir a muchos. Las ciudades
cambian al ritmo de la humanidad, aunque los actos se repiten. La miseria del
hombre se iguala a su esplendor. Las escenas más cruentas no son mayores que
las más tiernas. Mientras cientos de soldados mueren en batallas, cientos de
madres abrazan a sus hijos. El hombre ama y odia de la misma manera. Estos
hechos se suceden en el tiempo mientras yo me mantengo. A distancia, contemplo
y guardo.
-Pero, ¿de qué sirve observar si no
intervienes? ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, ver a un asesino acercándose a su
víctima y no salvarla?
-Mantener la memoria de este mundo
tan terrenal sin cambiar los hechos. Ese es el sentido, ya que las cosas
han de suceder. Se llama libre albedrío y contra eso nadie puede hacer nada. Es
un don concedido a vuestra especie, no tenéis un destino que os ate, ningún
hado que os marque un camino del que no podéis salir.
Entonces, una sombra ha recorrido su
mirada, oscureciéndola más aún. Ha bajado la vista al suelo y ha continuado
hablando:
-He cogido demasiado cariño a esta
especie que antes sólo observaba. He entrado en sus juegos, me he rodeado del
calor de sus individuos, he imitado su comportamiento, llegando a olvidar mi
tarea en ocasiones. Igual que tú, estoy cambiando. Por eso estás aquí.
Para seguir sus pasos, es necesario
que destierre todo lo humano que hay en mí. En principio puede parecer
complicado, pero si lo pienso, ya había iniciado este viaje hacia tiempo. Todas
las operaciones, todos mis pacientes, la cercanía constante a la muerte me
habían preparado para esto. Quizás por eso he sido elegido.
30 de noviembre
Qué
lejanas parecen mis anteriores palabras, escritas hace menos de un mes, pero
pertenecientes a alguien totalmente diferente. Mi cuerpo es el mismo, pero algo
se ha ido para dejar espacio a algo nuevo. Me siento ligero, joven, fuerte…
aunque vacío. Tendré que acostumbrarme a esta nueva sensación.
Escribo la última página de este
diario, pues cuando ponga el punto y final, lo llevaré a la biblioteca y lo
colocaré en el lugar que le corresponde.
un gran tapiz, invadiendo cada rincón de
la vasta biblioteca. Como una plaga, dominan el lugar. Me pregunto si podré
leerlos todos. Desde luego, siento curiosidad por la historia desconocida que
guardan en sus páginas. La esencia del ser humano recopilada en palabras que
narran su día a día. Este tesoro será el que los salve del olvido.
-Todo lo que aquí ves es la razón de
tu estancia en este lugar y de tu futura existencia - me ha dicho - Ya sabes
todo lo que has de saber. Sólo nos queda hacer el intercambio.
-¿Intercambio? - he preguntado. Y
esas han sido mis últimas palabras como mortal.
-Claro. Tú eres mi heredero, pero yo
soy el tuyo. Yo te daré la inmortalidad, pero alguien tiene que continuar tu
vida hasta el final. Así, podré morir, por fin.
Puso sus manos calientes con cuidado
sobre mi cuello, como hiciera con aquel jilguero, y al igual que ese día, me
sorprendió. Acercó su rostro al mío, deprisa, casi con ansia, y antes de que
pudiera hacer nada, sentí sus labios sobre los míos. En principio no reaccioné,
pero enseguida me vi arrastrado por algo incontrolable. Algo fluía de mí hacia
él, y de él hacia mí. Cada movimiento de nuestras bocas cedía ese algo al otro
y la fuerza que siento ahora, la juventud, la ligereza, se fue instalando en
mí, dejando tras de sí el vacío.
Cuando se separó de mí, sus ojos ya
no parecían tan oscuros. Nos miramos unos instantes y supe que sentíamos lo
mismo. Habíamos cambiado.
Sin decir nada más, caminamos juntos
fuera de la biblioteca. Recorrimos todos los pasillos, siendo ahora nuestros
pasos los que llenaban su espacio, nuestras respiraciones las que resonaban en
cada recoveco, nuestras miradas las que recorrían las obras de arte. No me
sentí, sin embargo, un extraño.
Le acompañé por el jardín hasta la
puerta exterior, y allí le vi por última vez, alejándose por el mismo camino
que me trajo hasta aquí. Me di la vuelta, entonces, para observar la casa unos
instantes. Luego entré, sabiendo que no volvería a tener noticias
de él.
IM-PRE-SIO-NAN-TE. Impresionante. Con todas y cada una de las letras. Ha sido sensacional, de verdad os lo digo, tanto tu parte como la de Julia me han cautivado de principio a fin. Están escritos deliciosamente, ha sido un vicio que a pesar de su longitud ahora me pide una continuación. Mi más sincera enhorabuena, de los mejores relatos que he leído, todo elegancia, intriga y un regustillo a romanticismo del bueno, del que me gusta.
ResponderEliminarUn frío beso,
Emily
Me alegro muchísimo de que te haya gustado. Es genial recibir este tipo de comentarios. Gracias por leernos y comentar. Eres un cielo :)
EliminarNo tengo palabras. No tengo palabras que me salgan de la boca ahora mismo, pero bueno, tengo que decir algo como ardua tarea que siempre tiene el escritor.
ResponderEliminarRodrigo, Julia; Julia, Rodrigo, vuestro relato es una maravilla. Ya que no sé qué parte ha escrito cada uno (y casi es mejor no saberlo, tiene mucha más emoción), os tengo que decir a los dos lo mismo: sois fantásticos. Es un relato que supera el diez en muchos sentidos, y, especialmente en el más importante: el de la calidad literaria. Cada frase del relato deja ver las horas que le habéis echado y las veces que habéis leído y releído hasta encontrar las palabras perfectas. Y eso, chicos, es algo que muy muy poquitas personas han hecho (entre las cuales tengo que incluirme yo). En fin. ¡Muchísimas gracias por este relato, compañeros, y por favor os lo pido, escribid más cosas juntos!
¡Un beso!
Paco M.
Este relato ha surgido gracias a la mezcla de dos estilos. Cada frase está impregnada tanto por Julia como por mí. Muchísimas gracias por comentar y jo, es genial que te haya gustadon :))
EliminarJODER, JODER, JODER, ESTOY A NADA DE ECHARME A LLORAR, A NADA DE NADA DE NADA. MIERDA, OS ODIO Y OS AMO Y OS COMO A BESOS. JODER, EN SERIO, ME ENCANTA.
ResponderEliminarA parte de que el argumento y la historia en general SON PURA MARAVILLA, quería deciros algo. Y es que sois como un río. Un río grande y hermoso, cristalino, fuerte, que arrasa con todo lo que pilla por su paso. Y a mí me ha pillado en medio. Sois un río, un río hecho de dos afluentes que se entremezclan hasta fundirse en las mismas aguas, los mismos cantos rodados, los mismos peces de colores.
Me encantáis. Es que no hay más. Me encantáis y esto me encanta y, joder. Gracias. Gracias, gracias y mil veces gracias.
Un beso,
C.
Me siento super halagado, muchísimas gracias :)
EliminarCreo que esa descripción es perfecta para Julia y para mí, nos hemos sentido muy bien escribiendo y lo que más nos complace es que os guste.
Muchas gracias por pasarte y dejar tu comentario, de verdad :)
Cualquier cosa que pueda añadir yo ahora sería una minucia ante la magnificencia de semejante relato. Me habéis encantado en serio. Una pasada leer esto.
ResponderEliminarSaludos, Epo.
Es sorprendente cómo todos los sonidos de la noche vuelven a mis oídos cuando finaliza la lectura, cuando los cansados engranajes se detienen y las paredes óseas dejan de estremecerse. Habéis hecho que desee más, que la delicada lengua que ansía conocimiento pasee atenta sobre el rugoso papel, en un intento de saborear su perfección y comprender su fin.
ResponderEliminarAntes de que la noche concluya, mientras el solitario lobo aúlla a la ciega luna y en los fríos ojos del fiero se refleje el cálido aliento de su amada, el palpitar de una llama iluminará el abismo que separa al escritor y al lector del deseado papel.
Me ha gustado mucho el relato. Personalmente me ha apasionado más la primera parte, si bien la segunda ha borrado los contornos de este mundo además de sus sonidos. Ha sido perfecto y adorable.
Deseo seguir leyendo de ambos,
un fuerte abrazo,
Naif.
Impresionante. Me dejó boquiabierta. Muy buen relato, me ha gustado muchísimo.
ResponderEliminarFelicitaciones por esta historia tan bien contada.
¡Saludos!